Prefacio
Compañeros,
Abran su corazón a la majestad del silencio.
Reflexionen sobre las innumerables oportunidades que dejaron escapar cuando fueron llamados por la consciencia para penetrar en las profundidades de sus propias almas, a fin de concederles intensamente la magnitud de la obra universal.
Consideren los milenios desaprovechados en sus múltiples llegadas a este Planeta, cuando, intempestivamente, rehusaron adentrarse en las puertas abiertas de par en par de su propio progreso, para atender en su lugar a los llamados extraños de sus necesidades, ya sea satisfaciendo su orgullo, sea atendiendo compromisos ajenos a sus más nobles ideales planeados en la erraticidad.
Cuantas y cuantas veces trocaron la oportunidad de sabiduría y engrandecimiento del amor espiritual por los laureles de la conveniencia social, atendiendo a los apegos inmorales de la imprudencia y rehusando vehementemente la ayuda de sus propios Guías, cayendo entonces repetidamente en las redes de las insinuaciones del abismo, sin lograr satisfacción o resquicios de felicidad.
Aprendieron a caminar torpemente, cuando lo indispensable para su seguridad les acompañaba justo a su propio paso, sin que sus sentidos espirituales percibiesen tan importante aspecto.
Su libre albedrío, compañeros, les permite también rehusar una vez más esta oportunidad, de conocer nuevas revelaciones, como vienen haciendo en el transcurso de las eras -desconsiderar el trabajo de hermanos abnegados en traer a ustedes la "Luz del conocimiento trascendental", en simplicidad literaria, lo que muchos ya acogieron y asimilaron en las últimas décadas.
Nuestra voz, que no se calla, es portadora de las verdades necesarias para ser reveladas en esta época, aunque muchas puertas se cierren a nuestras aproximaciones, muchos intermediarios se rehusen a atender nuestro llamado, o la conveniencia aparentando celo nos corte oportunidades esclarecedoras de anunciar a la humanidad aquello que ésta ya se hace merecedora de incorporar a sus conocimientos.
Muchos de los asuntos tratados en esta obra ya son de entero conocimiento científico, no obstante, el rótulo confidencial viene determinando aquellos que se pueden ofrecer. Por eso, hemos de valernos de sus experiencias mediúmnicas para traer al público informaciones nuevas, a fin de aumentar su conocimiento sobre esas importantes revelaciones.
Aquellos a quienes consideramos como jueces propensos, y que por la propia actitud se reconocerán como candidatos al rechazo impertinente de nuestras aseveraciones, convocamos a una retrospectiva de consciencia, a fin de que no se repitan nuevos desaciertos en su peregrinaje, y en consecuencia se envuelvan en el estancamiento sujeto a los espíritus rebeldes.
Quien tenga ojos para ver, que vea, dijo el Maestro.
Repetimos nosotros, aún hoy, con seguridad, exhortando a los hermanos para una nueva visión conjunta del Universo, del Amor y del Bien Común.
Con la Paz del Señor.
Ramatís
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